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OPINONES

Danilo y la ética del PLD. Por Guido Gómez Mazara

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Parte esencial del discurso de Medina es devolver respetabilidad ética al PLD

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) fundamentó su espacio en la vida partidaria bajo el amparo ético de Juan Bosch.

Inclusive, con bastante habilidad, el sentido de militancia de la organización anduvo en la primera línea del cerco moral a sus competidores que, por largos años, aparecían en el periódico Vanguardia y/o eran señalados en actos de corrupción, desde el balcón de la “decencia inmaculada” que significaba asociarse al esfuerzo desplegado en diciembre de 1973 con la intención de darle continuidad al sueño de Juan Pablo Duarte.

Con 4 gobiernos consecutivos, la sociedad se percató del proceso de transformación de sus dirigentes, la voracidad en el desempeño público, el afán de exhibir riquezas y el convencimiento de que los recursos invertidos en el orden mediático construían una protección respecto de la impugnación ciudadana y futuros procesos de persecución.

Como la mentira es insostenible en el largo plazo, las banderas que le generaron respetabilidad al partido fueron sustituidas por una noción pragmática que encontró en Danilo Medina un retrato perfecto del nuevo sendero porque la fascinación por las ideas y parámetros estructurados originalmente por el PLD, resultaban incompatible con el nuevo mesías.

Por eso, la mejor forma de entender el rechazo expresado en las elecciones del pasado 5 de julio reside en la dosis de hastío y el afán de penalización de las inconductas administrativas.

La intención de devolverle la respetabilidad ética al PLD en amplios núcleos del país constituye la pieza esencial del discurso de Danilo Medina. Y hacerlo es un reconocimiento de sus excesos y yerros.

De ahí, apela al sentido de transparencia porque sabe que perdieron la batalla que les dio crédito en su proceso fundacional. Antes, el maestro y líder los cubría, pero el ejercicio pragmático del poder y la extraña defensa y cercanía de reconocidos filibusteros, llenos de dinero y perturbados de que la Justicia toque sus puertas, coloca en una difícil situación el proceso de reciclaje partidario.

Ahora bien, la actual coyuntura no decreta la muerte cívica de la organización debido al extraño síndrome que experimentan los pueblos de, una nostalgia recurrente, cuando no se le conduce correctamente desde el presente hacia un futuro satisfactorio.

En el ámbito político, el PLD anda disimulando su interés en conseguir una rápida depreciación de la gestión gubernamental, y en ese orden, se atrinchera en un discurso de regreso a la decencia, cuando en el terreno de los hechos apuesta a una perturbación de la tranquilidad vía el cese de los programas sociales creados de manera excepcional, como resultado del covid-19.

En ese sentido, el Gobierno no puede descansar en el esfuerzo comunicacional de explicar correctamente a la población el drama de las finanzas públicas esquilmadas por la pasada administración, y en lo político, orientar sus tropas en la dirección de no confundir el reclamo de cuotas en los empleos públicos con bajar la guardia respecto de confundir lo accesorio con lo principal.

El componente de mayor efectividad en la reducción de las ínfulas del sector desplazado del poder está en el sector Justicia y su auténtica persecución de la corrupción.

Además, el hecho incuestionable de exhibir un Ministerio Público sin vinculación con el partido gobernante produce las bases de una credibilidad en la etapa de persecución penal que borra la histórica tradición de retaliar y aniquilar políticamente a los adversarios.

Casi siempre, el clásico ciudadano no entiende que la sed de justicia no guarda relación con las velocidades anheladas en la dirección de llevar a la cárcel a los corruptos. Irónicamente, la pasividad de los procesos puede alentar a una franja del PLD, pero es preferible andar con pasos lentos a la hora de orquestar correctamente los expedientes y no dejarse seducir por las velocidades, que podrían terminar sirviendo de tecnicismo a los diestros profesionales del derecho, muy amigos de preservar en la tranquilidad de su hogar al ejército de desfalcadores de fondos públicos.

Danilo Medina es un político astuto. Y en ese sentido, transforma un proceso de acorralamiento en la sociedad y potencial plataforma de sometimientos en carrera de sobrevivencia ética de una organización que perdió la batalla electoral porque la ciudadanía se sintió burlada por un partido que negó sus raíces y creyó que la fuerza del dinero se impondría a todos. ¡Se equivocaron!

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