INTERNACIONALES
La Administración Trump incluye por error a un periodista en un grupo de Signal junto a Vance, Hegseth, Rubio, Waltz o Witkoff para coordinar el bombardeo a los hutíes

El Gobierno de Donald Trump presume a menudo de ser la administración más abierta y transparente de la historia de Estados Unidos, pero la semana pasada lo demostró de una forma aparentemente involuntaria y estupefaciente. Jeffrey Goldberg, director de The Atlantic, una de las revistas más importantes del país, ha contado este lunes cómo el consejero de Seguridad Nacional,MikeWaltz, lo incluyó hace unos días por error en un grupo de Signal, una aplicación considerada por algunos gobiernos más segura que WhatsApp o Telegram, en el que se coordinó el bombardeo estadounidense a Yemen. Y en el que se compartió información confidencial y secreta, desde la identidad de agentes de la CIA a los objetivos o armamento que se iba a usar días u horas después en los ataques.
En un texto sorprendente, Goldberg explica cómo sigue incrédulo por todo y cómo durante días pensó que podía estar siendo víctima de un intento de intoxicación, bien por parte de una potencia extranjera o incluso por parte de la Administración, en algún tipo de emboscada para poder usar algo contra él, dado que el presidente Trump lo ha convertido personalmente en objetivo de sus ataques.
Pero todo parece indicar que no, por increíble y surrealista que parezca. El grupo de Signal, en el que estaban entre otros el vicepresidente J.D. Vance, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, el secretario de Estado, Marco Rubio, la secrtaria de Seguridad Nacional Tulsi Gabbard, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, eldirector de la CIA John Ratcliffe, el negociador estrella Steve Witkoff, la jefa de gabinete de Trump, Susie Wiles, o su mano derecha, Steve Miller, era real, y su inclusión fue un error, aparentemente de Waltz, que nadie comprende
La historia tiene muchos ángulos, algunos hilarantes, como las reacciones de los miembros del Gobierno de la primera potencia militar y nuclear del planeta, con emoticones de fuego, banderas o rezos a la confirmación de los ataques, que mató a decenas de personas. “Regresé al canal Signal. A la 1:48, ‘Michael Waltz’ había informado al grupo. De nuevo, no citaré este texto, salvo para señalar que describió la operación como un ‘trabajo increíble’. Unos minutos después, ‘John Ratcliffe’ escribió: ‘Un buen comienzo’. Poco después, Waltz respondió con tres emojis: un puño, una bandera estadounidense y fuego. Otros se unieron pronto, incluyendo Marco Rubio, que escribió: ‘¡Buen trabajo, Pete y tu equipo!’, y ‘Susie Wiles’, que envió un mensaje de texto: ‘¡Felicitaciones a todos, especialmente a los del teatro de operaciones y al CENTCOM! ¡Realmente genial! Que Dios los bendiga’. ‘Steve Witkoff’ respondió con cinco emojis: dos manos en oración, un bíceps flexionado y dos banderas estadounidenses”. La discusión posterior a la acción incluyó evaluaciones de los daños causados, incluyendo la probable muerte de un individuo específico.
O los aparentes choques en los puntos de vista, con Vance expresando sus dudas sobre un bombardeo que consideraba no sólo dar protección gratis a los buques europeos por la zona, sino una acción difícil de vender en casa, donde “nadie sabe quiénes son los hutíes” o por qué hay que implicarse más en Oriente Próximo y con un aliado de Irán. Algo que Miller, fiel absoluto de Trump, zanja recordando que las instrucciones habían sido dadas.
Por no hablar de la animadversión clara que en privado figuras como Vace o Hegseth muestran hacia Europa. Un elemento revelador, más allá de sus discursos en Bruelas o Múnich, los tuits provocadores o lo que dicen en entrevistas para consumo interno.
Los emails de Hillary Clinton
Pero el principal tiene que ver con la seguridad, la confidencialidad e incluso las leyes. En 2016, Hillary Clinton, por entonces secretaria de Estado, perdió contra Trump en las elecciones. Y buena medida, la derrota se produjo porque los republicanos lograron hacer un daño enorme a su reputación con lo que se conoce como el tema de los email, después de que la prensa publicara tras unas filtraciones que Clinton había usado un servidor privado para asuntos de trabajo. No había nada irregular en el contenido de su correo, sólo cómo en vez de usar el del gobierno había usado otros, que se consideraban inseguros y propensos a ser hackeados.
“El asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, envió mensajes de alto secreto a la cuenta privada de Hillary Clinton. ¿Y qué hizo el Departamento de Justicia al respecto? Nada”, escribía indignado en Twitter en 2023 el propio Mike Waltz sobre aquel escándalo de enormes consecuencias políticas. “Si el hombre más importante del cargo manejaba documentos clasificados en esta forma durante tanto tiempo… ¿por qué? ¿De verdad no lo sabía? Porque si eres senador, sabes exactamente lo que haces. Lo sabes con exactitud”, se burlaba en 2022 Hegseth, entonces presentador de la cadena Fox, de Biden por el uso de documentos clasificados.
Una década después, el Gobierno se comunica por un grupo de Signal, no sabe siquiera quién está incluido y comparte información crítica sobre los objetivos miliares. El periodista esperó un tiempo más que prudencial para publicar nada, no da detalles de agentes o material especialmente sensible. No adelantó los ataques, porque ni estaba seguro de que fuera ni cierto ni de las posibles implicaciones legales si todo era una trampa para que picara. Justo el viernes, el Departamento de Defensa en un crípttico comunicado señaló abría “una investigación inmediata y exhaustiva” sobre “divulgaciones no autorizadas, en coordinación con las partes interesadas pertinentes del Departamento de Defensa (DoD), incluyendo a los responsables del mantenimiento y la supervisión de los sistemas de seguridad de la información, y en coordinación con los socios federales”, pero sin aclarar a qué se refería.
Pero en todo caso, esto supera ampliamente cualquier alcance de lo ocurrido con Cinton. Y no es una persona, o un departamento, sino la plana mayor del Gobierno Todo el que pinta algo salvo el propio presidente. Y los afectados han confirmado la información.
“Waltz y los demás funcionarios del gabinete ya estaban potencialmente violando las políticas gubernamentales y la ley simplemente al enviarse mensajes de texto sobre la operación. Pero cuando Waltz añadió a un periodista -presumiblemente por error- a su comité de directores, creó nuevos problemas legales y de seguridad. Ahora el grupo transmitía información a alguien no autorizado para recibirla. Esa es la definición clásica de una filtración, incluso si fue involuntaria, e incluso si el receptor de la filtración no creyó realmente que se trataba de una filtración hasta que Yemen fue atacado por Estados Unidos”, escribe Goldberg.
Por si fuera poco, un problema adicional: “Waltz configuró algunos mensajes del grupo Signal para que desaparecieran después de una semana y otros después de cuatro. Esto plantea dudas sobre si los funcionarios podrían haber violado la ley federal de registros: los mensajes de texto sobre actos oficiales se consideran registros que deben conservarse”.
La Unión Europea cambió hace algo más de dos años las comunicaciones, prohibiendo, por ejemplo, que sus funcionarios y diplomáticos usen WhatsApp o aplicaciones concretas en sus móviles, al considerarlos vulnerables. E incluso los grupos de coordinación entre portavoces y periodistas se trasladaron a Signal, algo que vale tanto para logística diaria como cuando hay viajes a lugares en guerra, como en Ucrania.
Incluso hubo problemas legales porque la presidente Ursula von der Leyen, por ejemplo, no consideró que mensajes de texto que se envió con los consejeros delegados de grandes farmaceúticas durante la pandemia tuvieran que estar amparados por esas mismas leyes de transparencia que sí afectan a cartas o emails.