PRINCIPALES
Carta de Shyam Fernández a su abuelo, el Coronel Rafael Tomas Fernández Dominguez
Hace 87 años, en la Provincia Valverde, nació Rafael Tomás Fernández Dominguez
Un hombre, un hombre joven, que con su criterio marcó profundamente la historia de nuestro país. Un hombre joven que gracias a una cadena de sucesos que fueron marcando su vida, poco a poco, como gotas sobre piedra, fue moldeando su carácter, su estilo, sus preocupaciones, frustraciones y lamentos. Porque, como siempre sucede, son estos voraces sentimientos los que nutren y abonan las raíces de quienes cambian historias. De aquellos que no ven como un sacrificio, sino como un deber, el hecho de tomar sin miedo las fuertes decisiones que rompen paradigmas a gran escala. Nunca son las alegrías ni los privilegios los elementos que construyen a los héroes, ya que estos no huyen al sufrimiento y los pesares sociales, sino que se hacen más fuertes al cargarlos y llevarlos consigo, sin deseo de desecharlos, sino de querer comprenderlos, digerirlos, y luego, hacer algo al respecto. El miedo existe y vive dentro de este tipo de personas, pero el miedo nunca los vence ni los doblega.
Sentimientos como la desigualdad social, el abuso de poder, el burlesco comportamiento de quienes no ven al otro como un conciudadano, sino como un sirviente. Hoy es natural que darle prioridad en nuestras vidas a estos sentimientos se vea como un comportamiento irracional, y hasta absurdo. Hoy nos convencemos de que dedicarle energías a estas problemáticas es una pérdida de tiempo. Que siempre hay mejores cosas en las cuales concentrarnos. La cultura nos incita a huir y a temer a estos sentimientos, y concentrarnos en gozar nosotros, e ignorar las penurias del otro.
Pero hoy, un hombre joven que nunca quiso huirle a las penurias de sus compatriotas cumpliría 87 años, pero todos aquí lo recordaremos siempre con ese rostro de joven firme y determinado, que con solo veinte y tantos años lideró un contragolpe de Estado para evitar la continuidad del trujillato, apresando al jefe militar del gobierno. Que con solo veinte y tantos años ideó uno de los movimientos revolucionarios más trascendentales de Latinoamérica en ese momento. Que con solo veinte y tantos años fue exiliado, lejos de su esposa e hijos. Que con esa corta edad fue ascendiendo desde dirigir una biblioteca, luego la base de la fuerza aérea, luego una academia militar, luego un ministerio, luego batallones, y, por último, dirigió una parte crucial de nuestra historia. Todo esto, mientras era un joven de veinte y tantos años.
Siempre lo recordaré así. Como un joven que, antes de convertirse en héroe nacional, nos fue enseñando que la juventud no debe sentirse limitada ni por su inexperiencia, ni por su usual y natural ausencia dentro de los círculos de poder. La juventud, como es muy sabido pero más aún ignorado, solo se limita a sí misma por temores, por distracciones banales, y, peor aún, por una indiferencia que se ha convertido en normalidad, y, para algunos, hasta en una virtud.
Rafael Tomás Fernández, mi abuelo, siempre me recordará que la juventud puede más. Y espero que, de alguna manera, quizás incluso con nuestras actuaciones sencillas y diarias, nosotros también logremos recordarle estas lecciones al resto de la juventud dominicana de hoy, dando el ejemplo correcto en cada decisión que tomemos, sea pequeña o trascendente.
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