INTERNACIONALES
Rusia y Japón en conflicto por las islas Kuriles del Sur
La cadena de islas conocida como Kuriles se extiende hacia el norte por el Océano Pacífico desde la isla japonesa de Hokkaido hasta el extremo sur de la península rusa de Kamchatka. Las islas más cercanas a Japón que Rusia llama las Kuriles del Sur y Japón los Territorios del Norte, son objeto de una disputa territorial entre ambos países desde hace más de 80 años.
Islas Kuriles. Fuente: Geopolitical Monitor
La cadena de islas fue conquistada por la Unión Soviética al final de la Segunda Guerra Mundial y, desde entonces, Moscú considera que son parte integrante de Rusia y no está dispuesta a devolverlas por varios motivos: (a) por los recursos naturales y pesqueros; (b) por las reservas de gas y petróleo; (c) por el control de la zona económica exclusiva de las islas (200 Millas náuticas desde la línea de base); (d) por ser el acceso naval de Rusia al Pacífico Occidental.
Las Kuriles del Sur se conocen en Japón y en Rusia como Shikotan / Shikotan, islas Habomai / Khabomai, Kunashiri / Kunashir y Etorofu / Iturup respectivamente.
Recorrido histórico de la disputa
Los japoneses emigraron a las islas del Norte en los siglos XVIII y XIX, incluidos los miembros de la comunidad aborigen Ainu de Hokkaido. En 1855, Rusia y Japón firmaron el Tratado de Shimoda que otorgaba al primero la propiedad de las islas del Norte y al último las del Sur.
En la conferencia de Yalta de 1945, Estados Unidos prometió las islas Kuriles a Stalin como recompensa por el ataque de los soviéticos contra territorio nipón tras la derrota de la Alemania Nazi. Sin embargo, este acuerdo fue bloqueado por Washington tras la determinación derivada de la guerra fría de mantener a Japón en el campo occidental, provocando, asimismo, que el tratado de paz con Moscú se viniese abajo.
El gobierno japonés insiste en que estas islas deben ser parte integrante de su soberanía y llamarse Territorios del Norte. Sin embargo, Rusia asegura en que poseía las Islas Kuriles, que incluyen las islas en disputa, desde la Segunda Guerra Mundial. El archipiélago está ocupado por la Unión Soviética desde 1945 y por la Federación de Rusia desde 1991.
Se establecieron comunidades japonesas en tres de las islas y, cuando comenzó la contienda militar en 1939 había ya más de 17.000 residentes japoneses en ellas. En 1949, todos los residentes japoneses de las islas fueron deportados a la fuerza.
Desde el inicio del control ruso, muchos barcos pesqueros japoneses fueron incautados por las patrullas fronterizas soviéticas por entrar en las aguas que rodean las islas en disputa. La seguridad y el sustento de los pescadores nipones y sus familias se vieron fuertemente amenazados, produciéndose como consecuencia un llamamiento, principalmente promovido por la sociedad civil, respecto a la necesidad de llegar a algún tipo de acuerdo entre ambos países para alcanzar una estabilidad en la región. Acuerdo que tardaría en llegar hasta los años 60 del siglo pasado.
Conferencia de Yalta. Fuente: National Geographic
En el Tratado de Paz de San Francisco de 1951, firmado entre los Aliados y Japón, renunció Japón a «todo derecho, título y reclamación sobre las islas Kuriles», así como sobre otras posesiones. Pero este gesto no consiguió resolver el conflicto, porque Rusia no firmó el tratado y el gobierno japonés nunca ha reconocido a los Territorios del Norte como parte de la cadena de las Kuriles.
En 1956, la Declaración Conjunta Japón-Unión Soviética estableció el fin del estado de guerra y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. El documento también incluía la cesión a Tokio de dos de las islas en disputa, Habomai y Shikotan, pero finalmente decidió rechazar cualquier acuerdo por no conformarse con las «sobras» e insistió en la afirmación de su soberanía y en resolver primero la cuestión territorial para firmar el tratado de paz. A día de hoy no se ha conseguido nada.
Sin embargo, hay algo que merece la pena mencionar, y es que a pesar de que el conflicto esté estancado desde los años 40 del siglo pasado, de que las negociaciones están en punto muerto y de que incluso los comentarios y las posiciones de ambas partes se estén intensificando y endureciendo con el tiempo, los dos países han sido capaces de negociar y ejecutar con éxito cuatro acuerdos pesqueros que benefician a los mayores afectados de la disputa territorial, es decir, los pescadores, habitantes de las islas, y sus familias. Los dos tratados más importantes, y que por un breve periodo dejaron de lado la rivalidad por el dominio y la posesión de las islas, son los tratados del Kelp de 1963 y de Pesca de 1998. El acuerdo de 1963 fue propuesto por los pescadores japoneses, mientras que el de 1998 fue propuesto por los habitantes rusos de las islas. Ambos se concluyeron para mejorar la vida de la gente tras una larga negociación.
Mediante el primero de ellos, la Unión Soviética consintió que los pescadores japoneses entraran en territorio ruso para recoger algas a cambio de una cuota económica. Por su parte, el más reciente fue promovido por la parte rusa y tomó carácter de urgencia por la mala situación económica que se estaba viviendo en las islas tras la caída de la Unión Soviética en 1991. El objeto de este acuerdo es la captura de peces en torno a las Islas en litigio, lo que permitía a los barcos japoneses pescar en las aguas que rodean las islas, desde 3 millas náuticas hasta 12 millas náuticas contando desde la costa.
Firma de la declaración Conjunta de 1956. Fuente:Mainichi Shinbun.
Como había un problema territorial grave sobre las islas, fue muy difícil encontrar un compromiso. Japón quería que sus pescadores pudieran pescar en las aguas que rodean las islas, que eran ricos caladeros y así mejorar su situación de vida, además de reducir la prevalencia de la pesca furtiva de los barcos pesqueros japoneses y los arrestos y capturas de barcos con ciudadanos por parte de las patrullas fronterizas rusas, que había aumentado con el paso del tiempo. Por su parte, Rusia quería vender el exceso de productos marinos que no consumían internamente, así como recibir dinero y equipamiento nipón en una época de gran escasez. Además, Moscú esperaba que la firma de dicho acuerdo condujera al desarrollo socioeconómico de las Islas Kuriles, incluido el de las islas en disputa. Ambos acuerdos continúan en vigor a día de hoy.
Todos los años se celebran conversaciones entre gobiernos y con organizaciones no gubernamentales, pero desde la Segunda Guerra Mundial nunca se ha logrado ningún progreso respecto al problema territorial o la firma de un tratado de paz. Esto deja al Japón Imperial y a la Unión Soviética, aunque suene anticuado y anacrónico, técnicamente al menos, en estado de guerra.
Un conflicto congelado, pero recrudecido en la actualidad
Las conversaciones más recientes entre Rusia y Japón sobre el estatus de las islas se celebraron a principios de 2019. En ellas Putin afirmó que la declaración conjunta firmada por Japón y la Unión Soviética en 1956 no menciona una base para devolver Habomai y Shikotan ni aclara qué país tiene la soberanía última sobre las islas. Sus comentarios dan a entender que Moscú es reacio a devolver al dominio japonés incluso las dos pequeñas islas que en su día se le ofrecieron, todo ello sumado a los recientes cambios constitucionales en Rusia que sugieren que la opinión de los más nacionalistas no ha hecho más que endurecerse.
Aunque estas islas en disputa sólo representan el 7% del territorio en cuestión, la nueva constitución rusa promulgada en 2020 incluye la prohibición de «cualquier alienación de territorios rusos». Como efecto secundario, la devolución de las islas Kuriles del Sur a Japón sería interpretada como una clara señal de debilidad rusa, lo que significa que Moscú podría enfrentarse también a una fuerte presión de Occidente en conflictos como los de Ucrania o Bieolorusia.
Además, la militarización rusa en las islas no ha hecho más que aumentar, muy probablemente como respuesta al temor de que Estados Unidos establezca bases militares en las islas si éstas son devueltas a Japón. Esta militarización consiste principalmente en la creación de bases militares permanentes y en la realización de simulacros y ejercicios militares desplegando carros de combate 72B3 y sistemas de misiles de defensa aérea S-300V4.
Según el plan japonés, si las islas Habomai y Shikotan se entregan a Japón, las negociaciones para la decisión sobre las islas Iturup y Kunashir pueden celebrarse y resolverse sólo, e insisten, sólo, durante las negociaciones para un tratado de paz. Mientras tanto, el gobierno nipón se ha esforzado por mantener viva en la conciencia pública la disputa, afirmando que Rusia, como sucesora legal de la Unión Soviética, está obligada a observar escrupulosamente todas las obligaciones del pasado, devolviendo las islas bajo su legítimo dominio japonés.
Las visitas periódicas de los familiares de los desplazados tras la guerra para rezar ante sus santuarios ancestrales han convertido la cuestión en algo muy emotivo para la opinión pública japonesa, ya que más de dos tercios de los isleños japoneses han fallecido sin regresar a sus islas de origen. Si bien los ciudadanos japoneses pueden visitar las islas sin pasaporte y sin visado, tienen que tener una tarjeta de identificación especial expedida por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón. A cambio, como apoyo humanitario, Japón acepta a los pacientes en estado crítico de las islas, oficialmente ciudadanos rusos, ser tratados en su sistema sanitario.
Estados Unidos, por su parte, siguen marcando claramente su posición en el conflicto y aumentando unas tensiones que nunca han dejado de existir entre los principales actores de Asia-Pacífico, algo que se ve reflejado en las filtraciones que, a finales del año pasado, el periódico Hokkaido Shimbun destapó. Estas filtraciones hacían referencia a que el Departamento de Estado considera japonés a cualquier persona nacida en Habomai, Shikotan, Kunashir o Iturup.