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Colegio Mahatma Gandhi cierra luego de 67 años de historia
Este histórico colegio sobrevivió a la dictadura de Trujillo y a la pandemia del COVID-19
El Colegio Mahatma Gandhi, un centro educativo emblemático, no solo por el lugar donde se encuentra: la vieja Ciudad Colonial, sino también por la historia que cuenta cada salón de clases, con capacidad para enseñarles a más de 100 estudiantes, cerró sus puertas tras 67 años de labor.
En este centro se educaron estudiantes que hoy enorgullecen su recinto, tal es el caso de Roberto Salcedo, el exalcalde del Distrito Nacional, actor y productor de televisión, quien estudió contabilidad cuando aún era un instituto.
Asimismo, concluyó su bachillerato en dichas instalaciones el exembajador dominicano en España (2017-2020) Olivo Rodríguez Huerta y sus hermanos, además del politólogo Daniel Pou.
El centro fundado en 1957, durante los últimos años de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, por Ángel Tejada y Ana Agustina Estrella, finalizó con el año lectivo 2023-2024.
De acuerdo con María Tejada, hija de la pareja y última directora del centro, decidió cerrar el colegio por los retos económicos arrastrados tras la pandemia. A lo que se le sumó la perdida de dos miembros de la familia, su madre y su hermano Sigfredo, el 8 de octubre del 2022, y el 8 de agosto del 2023, respectivamente.
Además, la enfermedad de una de sus hijas, ha provocado en ella un desgaste emocional, por lo que consideró: “Yo no me siento con fuerzas de seguir”.
Historia
El Colegio que inicialmente fue llamado Instituto Tejada, cambió su nombre a Instituto Mahatma Gandhi poco después, por órdenes de Trujillo, ya que el apellido era considerado “antitrujillista”.
De acuerdo con María, aunque en su familia no había luchadores en contra de la dictadura, “mi papá decía que a él, por lengua larga, se le zafaba decir cosas en contra de Trujillo. Manifestaban su disgusto”.
La casa de estudios fue renombrada así por la admiración de su padre por el personaje, cuyo aniversario de muerte se cumplió en la fecha de la creación del centro.
Los primeros años era un instituto de formación técnica en el que se impartían clases de taquigrafía, mecanografía, contabilidad, entre otros. A partir de los años 60, incluyó cursos académicos a su currículo.
Posteriormente, en los años 70, dejó de ser instituto para convertirse totalmente en colegio.
El colegio no era solo un negocio; era una empresa familiar, donde Ángel y Ana Agustina involucraron a sus hijos para que formaran parte de este, así lo contó María.
La mayoría de sus hermanos estuvieron presentes en el desarrollo del centro, algunos colaborando con las instalaciones, otros en la parte operativa, como maestros, o asistiendo a su madre con la contabilidad del mismo.
María asumió la dirección cerca de los años 90, ya que era la única que había realizado estudios en pedagogía, y previo a asumir este cargo, ella había sido maestra, y había laborando en distintas áreas del colegio. Su padre, quien aún vivía, seguía liderándolo y tomando decisiones.
Años después, en 1993, su padre falleció. La familia había perdido un pilar, pero salió adelante, igual el colegio. María, su madre Ana agustina y su hermano Sigfredo, a quien describió como el soporte del centro, continuaron sus labores.
“(Sigfredo) era el que más estaba conmigo aquí en la escuela, aunque ya no estaba dando clases, pero me ayudaba en la parte física y él era respaldo” expresó María.
27 años después de la muerte del fundador, en el 2020, la escuela y la familia enfrentó otro reto: la pandemia del COVID-19 llegó cambiando todo el panorama educativo, los centros de estudios cerraron, y en cuestión de días les tocó asumir la educación a distancia.
María contó que, estando el país cerrado, la deuda con la Corporación de Electricidad aumentó exponencialmente, a pesar de que solo abrían el colegio una o dos veces por semana para higienizarlo y darle mantenimiento.
La deuda ascendió a más de 90 mil pesos en pagos de electricidad, una de las razones que dificultó la economía de este centro y que casi los llevó a cerrar por quiebra, “yo no cerré por quiebra, porque Dios es grande”.
“Mi mamá para la pandemia tenía 92 años. Ella estaba activa. Yo siempre decía, si uno no cierra, se va a morir antes del tiempo, porque, aunque ella no fuese a pasar hambre, un quiebre a esa edad sería duro”, explicó.
Aunque el colegio se recuperó lentamente y siguió operando varios años tras la pandemia, la última semana de clases concluyó el pasado viernes con las pruebas finales, marcando el desenlace en la historia de este colegio.
El centro seguirá funcionando para aplicar las pruebas extraordinarias y continuar con las actividades pautadas en el calendario escolar, como lo establece el Ministerio de Educación (Minerd).
A pesar de que algunos egresados insistieron en protestar por el cierre del centro, Tejada pidió no lo hicieran, e instó a los demás estudiantes que no tomaran esta iniciativa.