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El Vaticano activa los protocolos tras la muerte del papa Francisco

Ciudad del Vaticano – Tras el fallecimiento del Papa Francisco a los 88 años, la Santa Sede ha activado el estricto protocolo que rige la Sede Vacante, período que abarca desde la muerte de un pontífice hasta la elección de su sucesor.
El cardenal camarlengo, Kevin Farrell, fue el encargado de constatar oficialmente el fallecimiento de Francisco y sellar las habitaciones papales, como establece la tradición. Farrell también asumirá las funciones administrativas del Vaticano durante este período de transición.
Nueve días de exequias
Los funerales de Francisco se regirán por un esquema de nueve días de duelo y misas conocidas como “novendiales”, que tendrán lugar en la Basílica de San Pedro. Sin embargo, fiel a su estilo sobrio, el propio papa expresó su deseo de simplificar las ceremonias funerarias.
De forma inédita, Francisco solicitó ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, en lugar de la tradicional cripta papal bajo San Pedro. Este gesto refleja su cercanía con los más humildes y su devoción a la Virgen María.
Miles de fieles se espera que acudan a Roma en los próximos días para despedirse del pontífice argentino, el primero en provenir de América Latina y en adoptar el nombre de Francisco.
El cónclave en camino
Una vez culminadas las exequias, se convocará el cónclave, que reunirá a unos 130 cardenales electores de todo el mundo, la mayoría de ellos nombrados por el propio Francisco. El cónclave deberá comenzar entre 15 y 20 días después del fallecimiento, a fin de discernir quién será el próximo líder espiritual de los 1.300 millones de católicos.
Durante este tiempo, el cardenal Farrell seguirá coordinando los asuntos esenciales de la Santa Sede, aunque sin poder tomar decisiones doctrinales o estructurales.
Un adiós que marca el fin de una era
El Papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, rompió con múltiples tradiciones durante su pontificado: vivió en una residencia sencilla, promovió una Iglesia más abierta e inclusiva y abogó por una fe comprometida con los pobres, los migrantes y la justicia social. Su muerte no solo representa un cambio de liderazgo, sino también el cierre de una etapa marcada por reformas profundas y desafíos internos.
El mundo católico observa ahora con atención y expectativa el desarrollo del cónclave que definirá el rumbo futuro de la Iglesia.