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La “carta suicida” de Tavito De la Maza

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El día 7 de enero de 1957, Richard Stephens, encargado de negocios de la Embajada norteamericana en el país, fue informado oficialmente por el Procurador General de la República, Francisco Elpidio Beras, que el señor Octavio De la Maza, se había suicidado, ahorcándose con un mosquitero sujetado al tubo de una ducha en su celda de la cárcel, alrededor de las cuatro de la madrugada.

El Procurador le envió una carta del supuesto “suicida” dirigida a su esposa, donde De la Maza “confiesa el crimen”.

En esa carta, De la Maza dice que la noche del tres de diciembre de 1956, “un viejo camarada mío de la Compañía, me invitó a tomar unas copas a un lugar a orillas del mar. Estando ahí me hizo proposiciones homosexuales, lo que provocó una pelea, cayendo al mar el señor Murphy quien no se pudo salvar. Por esta causa los remordimientos me están matando, y es por esto, por lo que yo estoy poniendo fin a mi vida, él empezó por insultarme diciéndome que nosotros los dominicanos éramos mal educados, brutos y que el personal de las líneas aéreas dominicanas no era bueno. Tú sabes que ese americano era un traficante y un traidor” .

Sobresalen de lleno, varias intenciones y alegatos “forzados” para darle base emocional al crimen, como lo era la propuesta de Murphy de sostener relaciones homosexuales.

En todo su historial de vida, Murphy jamás dio manifestaciones de inclinaciones o preferencias por su mismo sexo, todo lo contrario, en la pequeña Ciudad Trujillo, era un conquistador de mujeres. Pero la acusación no fue casual. Cuando De la Maza mató a Luis Bernardino en Londres, tres años antes, salió a relucir que Bernardino era homosexual y que De la Maza hizo galas de su machismo e intolerancia frente a supuestas insinuaciones en ese sentido.

La dictadura estaba engarzando una cosa con otra para darle coherencia al “testimonio” de De la Maza. Lo de acusar a Murphy de “traficante y traidor”, reflejaba la pérdida de confianza de la dictadura hacia Murphy, porque en el lenguaje del trujillismo, la traición, era suficiente mención para salir de un colaborador, que según todos los indicios había dejado de ser necesario, y que según reportes se le estaba yendo la lengua cuando se emborrachaba.

Por otro lado la denuncia o papelito anónimo que recibió la Embajada norteamericana, a los pocos días de la desaparición de Murphy, donde se decía que debía investigarse a su compañero piloto de la CDA, De la Maza, informaba que ambos estaban disgustados y habían roto su amistad, o sea que eran enemigos, lo cual facilitaba la investigación de De la Maza, quien al parecer tenía razones para matar a Murphy.

En la tarde del 17 de diciembre de 1956, el cónsul americano, Harry Lofton, le informó a las autoridades dominicanas que De la Maza debía ser sometido a una profunda investigación dado su enemistad con Murphy.

El cónsul por instrucciones del embajador Pheiffer, le estaba dando validez al “anónimo” sin saber ni sospechar que Trujillo estaba detrás de ese anónimo. Tanto fue así, que días después respondiendo a una pregunta de un corresponsal de prensa extranjera, el mismo Trujillo dijo que no se explicaba el alboroto con la situación de De la Maza, porque éste fue detenido por sugerencias de la Embajada norteamericana.

Pero no se concibe que siendo enemigos, De la Maza y Murphy fueran a departir como amigos frente al mar a tomar unas copas, lo cual era una muestra del desatino de los urdidores del asesinato de De la Maza, dato que no fue pasado por alto por los funcionarios de la Embajada estadounidense.

Mientras tanto, la novia de Murphy, Sally Caire, movilizó la opinión pública de Estados Unidos, apoderando al Senador Morse y al representante Porter, del Estado de Oregón, de donde era oriundo Murphy, quienes llevaron el asunto al Congreso de Estados Unidos, donde pusieron en ridículo la versión trujillista del suicidio de De la Maza.

La valiente Sally Caire, acompañada del padre de Murphy, se apareció en Ciudad Trujillo, el 17 de diciembre de 1957, con la finalidad de seguir indagando sobre la muerte de Murphy.

La presencia de ambos creó una guerra de nervios a la dictadura trujillista. Ambos eran vigilados y espiados por los servicios secretos.

El embajador Pheiffer, puso un marino norteamericano, de servicio en la embajada, para que los protegiera en sus visitas por la ciudad, y le dijo tanto a Sally como al padre de Murphy, que se fueran lo más pronto posible de la República Dominicana, “porque ese hombre (refiriéndose a Trujillo) es capaz de cualquier cosa”.

Luego desmintió a Sally, diciendo que no le había dicho eso, por evidentes razones diplomáticas. Trujillo se equivocó con De la Maza, al acceder a la petición de los “Bernardino”, de que éste se responsabilizara del crimen de Murphy.

Las razones de los “Bernardino” eran distintas a las de Trujillo, pero el tirano pensó que “amor con amor se paga”, y que De la Maza le debía un favor, y no habría problema con el caso. Subestimó el honor de una familia de “bien nacidos”, su sentido impetuoso y viril. Octavio de la Maza le trancó el juego y anegó en sangre el destino del Generalísimo Trujillo.

Texto: Tony Raful

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