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Residente en Villa Liberación: ¿Cómo se va a acabar el cólera si seguimos con la misma basura?

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Cada mañana, Domingo Ferrera enciende la leña para poner la paila donde fríe docenas de cortes de chicharrón, oficio que lo ha mantenido durante los últimos 25 años, justo la mitad de su vida.

El hombre de 50 años asegura que el brote de cólera detectado en su sector, Villa Liberación, no ha interrumpido las ventas de su negocio, pero lo ha motivado a tomar mejores medidas de higiene como lavar los utensilios “con mucho detergente y cloro y tapar bien los alimentos después de dejarlos enfriar”, para que los plátanos que sirve junto a la carne, no pierdan el crocante.

La gente aquí compra sin miedo a la diarrea porque esto tiene mucha naranja, mucho limón y se mantiene bien”, dijo mientras avivaba la llama con nuevos trozos de madera.

Ferrera comentó que no tiene problemas de agua porque su edificio cuenta con una cisterna, a la que también clorifican constantemente.

Justo al frente, se encontraba Lidia D’Oleo, propietaria de un pequeño colmado, quien aseguró que la recogida de la basura continúa siendo la principal traba para que las condiciones de higiene en Villa Liberación estén óptimas.

“Yo no puedo quitarme un mal mío para ponérselo a usted. Yo tengo que esperar a que venga el camión y entonces ahí sacar la basura”, comentó.

La madre de cinco hijos es una de las residentes fundadoras del barrio y entiende que falta más conciencia ciudadana porque son los mismos comunitarios quienes tiran desperdicios a las calles. Pidió que el Ayuntamiento “ponga dos o tres tanques” para poder depositar las fundas en un lugar seguro.

A esto se suman las cloacas colapsadas, que cuando se llenan, se mezclan las aguas con heces con el agua que llega a las llaves de los edificios.

“Eso todavía no se ha resuelto, pero ellos (las autoridades) están haciendo algo”, reconoció sobre el tema de los sépticos.

De igual modo, una señora solo identificada como Ivelisse se quejó de que “Salud Pública da muchos brochures y pega afiches, pero el mismo sucio. ¿Cómo se va a acabar el cólera si seguimos con la misma basura?”.

Por su parte, Christian, un joven comunitario, dijo que lo peor para él es “el olor a orina entre los edificios, los drenajes tapados y los camiones de basura que no están pasando”.

Sobre el agua potable, tanto Christian como Ivelisse coincidieron al decir que “está llegando”.