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Papa Francisco: Los chismes son una plaga en la vida de las personas
En el Ángelus de este domingo 10 de septiembre, el Papa Francisco habló acerca de la “corrección fraterna” y aseguró, como en ocasiones pasadas, que “los chismes son una plaga en la vida de las personas”.
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Desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre reflexionó acerca del Evangelio del día (Mt 18, 15-20), que nos habla de la corrección fraterna, “una de las expresiones más grandes del amor, y también una de las más exigentes, porque no es fácil corregir a los otros”.
“Cuando un hermano en la fe comete una falta contra ti, tú, sin rencor, ayúdalo corrigiéndolo. Ayudar corrigiendo”, subrayó el Papa.
A continuación, lamentó que “lo primero que se suele crear en torno a quien se equivoca son habladurías, en las que todos se enteran del error, con todos los detalles, menos la persona afectada. Esto no está bien y no agrada a Dios”, aseguró.
“No me canso de repetir que los chismes son una plaga en la vida de las personas y de las comunidades, porque traen división, sufrimiento y escándalo, y nunca ayudan a mejorar y a crecer”, reiteró el Santo Padre.
Explicó que Jesús “nos enseña a comportarnos de otra manera” y que nos anima a hablar “cara a cara” y “lealmente” a quien se ha equivocado, con el fin de ayudarlo.
“Hazlo por su bien, superando la vergüenza y encontrando el verdadero valor, que no es hablar mal de él a sus espaldas, sino decirle las cosas a la cara con mansedumbre y amabilidad”, instó el Papa Francisco.
En los momentos donde dudemos si “no es suficiente” o temamos que el otro no lo entienda, el Papa Francisco animó a pedir ayuda.
“Pero, ¡cuidado! —advirtió—, ¡No la del grupito que chismea! Jesús dice: ‘Toma contigo una o dos personas’, refiriéndose a personas que realmente quieran ayudar a ese hermano o hermana que ha errado”.
“¿Y si sigue sin entender? Entonces, dice Jesús, involucra a la comunidad. Pero también en este caso, seamos claros: no se trata de poner a la persona en la picota, de avergonzarla públicamente, sino de unir los esfuerzos de todos para ayudarla a cambiar”.
“Señalar con el dedo a las personas no es bueno, de hecho, a menudo hace más difícil que quien se ha equivocado reconozca su propio error. Más bien, la comunidad debe hacerle sentir a él o a ella que, al tiempo que condena el error, le está cerca con la oración y el afecto, siempre dispuesta a ofrecer el perdón y a empezar de nuevo”, remarcó.
En este sentido, animó a los fieles a hacerse las siguientes preguntas: “¿Cómo trato a los que se equivocan contra mí? ¿Me lo guardo y acumulo resentimiento con “me las pagarás”? ¿Hablo acerca de ello a sus espaldas? ¿O intento hablarles? ¿Rezo por él o ella, pido ayuda para hacer el bien?”.